UN MINUTO PARA ARREPENTIRSE, relato de Marta Ximénez Gómez

Sofía se situaba frente al espejo del cuarto de baño cada mañana para lavarse la cara y despejarse. En ese ritual mañanero observaba el espejo y pensaba que el paso del tiempo lo había deteriorado más de la cuenta. Después se fijaba en su propia imagen reflejada en él y lo que veía distaba mucho de ser de su agrado. Según su percepción, ambos tenían una apariencia muy similar.

Al mirarse recordaba con nostalgia las palabras que le decía su abuela: “Cariño, tienes nombre de reina, te llamas igual que la reina de España y deberás tener un comportamiento ejemplar como el que se espera de la realeza. Lo más importante que debes recordar es que una soberana que se precie debe cultivar tres cualidades: bondad en sus acciones, firmeza en sus valores y justicia en sus decisiones.” La abuela había decidido educar a su nieta sirviéndose de los cuentos porque a la pequeña le fascinaban, y más aún, si en ellos aparecían personajes de la realeza.

Sofía se había esforzado en desarrollar todas esas cualidades a lo largo de los años, y en ese sentido, su abuela podría estar orgullosa, sin embargo, ella no se sentía como una reina. Al contrario, se percibía pequeña, temerosa y desubicada. Los últimos años habían caído sobre ella con la fuerza de un tsunami. Varios acontecimientos vitales muy dolorosos, intensos e imprevisibles, habían dañado su corazón como ninguno antes lo había hecho. Cada día deseaba que la ilusión volviera a adueñarse de ella, pero eso no sucedía.

Era sábado, así que salió a dar un paseo con la esperanza de que eso le ayudaría a mejorar su estado de ánimo.

Caminaba despacio por la calle y al aproximarse a un semáforo, el estridente sonido de un claxon llamó su atención. Un hombre se hallaba en medio del cruce, sin moverse y ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. El conductor que había pitado salió de su coche, apresurado, con la intención de dirigir una gran cantidad de improperios, no exento de razón, a aquel hombre. Casi le atropella, pero afortunadamente había podido parar su vehículo a menos de un metro escaso del peatón. No obstante, su intención se desvaneció al ver el rostro de aquel hombre que lloraba amargamente. Era inevitable no empatizar ante una imagen tan desoladora. El conductor se acercó a él y solo se atrevió a preguntarle si se encontraba bien. El hombre le respondió asintiendo, cerrando sus ojos en señal de agradecimiento, mientras las lágrimas seguían resbalando por sus mejillas.

Una vez que todo volvió a la normalidad y tanto el tráfico como los transeúntes continuaron su camino, Sofía se fue alejando de allí. Estaba muy impactada por la reciente escena. Caminaba sin rumbo y, sin apenas darse cuenta, se detuvo frente a una iglesia. Aunque era creyente, hacía mucho tiempo que había dejado de ser practicante. La iglesia estaba casi vacía, se sentó en primera fila y admiró la talla de un Cristo crucificado que se encontraba frente a ella.

No podía dejar de mirarlo. Se sentía hechizada por aquel rostro doliente y extenuado que, a pesar de todo lo padecido, reflejaba aceptación.

Se hallaba en ese estado contemplativo cuando advirtió que Jesús elevaba lentamente su rostro hasta el punto en el que sus miradas se encontraron. Sofía se quedó impresionada, pero no se sobresaltó, por el contrario, lo que sintió fue una serenidad muy placentera y desconocida para ella. Se quedó prendada de aquellos ojos afligidos, pero al mismo tiempo tan acogedores. Entonces, tan solo con su cálida mirada, el Señor le transmitió un mensaje:

“Sé que sois bondadosos, valientes e inteligentes, pero a veces vuestras desdichas hacen que os comportéis como seres desvalidos e ignorantes. Tenéis un paraíso ante vuestros ojos, un lugar que podéis moldear y embellecer cada día, sin embargo, a menudo os empeñáis en no ver más que un lugar hostil, incomprensible y tan árido como un desierto.

Es cierto que debéis librar duras batallas, pero también disponéis de los recursos suficientes para levantaros: se os concedió la razón para hallar soluciones a vuestros problemas. También se os regaló un corazón para compartir, para poder sentir el gozo de amar y ser amados. No dejéis que el tiempo pase sin que encontréis el maravilloso sentido de la vida”.

Sofía permaneció inmóvil durante un rato. Empezó a darse cuenta de que estaba dejando la vida pasar. Ella existía, sí, pero no vivía. Se sentía incapaz de disfrutar.

Pero hoy había tenido la oportunidad de ser la receptora de aquel mensaje tan firme y revelador. Un mensaje que también iba dirigido al hombre que estuvo a punto de ser atropellado y a otras muchas personas que, sin saber el camino a seguir, se dejaban arrastrar por la melancolía, la inacción y el desánimo. Entonces recordó aquella película que, en su momento, le dejó una profunda huella. Se titulaba: Un minuto para arrepentirse. El protagonista de la película era un ladrón profesional que, cuando faltaba un minuto para perpetrar el robo que había planeado, se arrepintió y no lo llevó a cabo. Quizá fue porque sabía que en esta ocasión podría tener un violento desenlace. El tiempo exacto transcurrido se sabía porque el ladrón era muy riguroso y planificaba al detalle cada segundo. Sofía pensó que el hombre que lloraba en mitad del semáforo seguro que se había arrepentido. Ella también lo estaba.

Entonces salió de la iglesia y comenzó a caminar despacio por una gran avenida. Sintió el aire frío de la mañana, pero no le molestó, al contrario, le pareció fresco y relajante.

Tras los acontecimientos vividos tanto en la iglesia como en aquel fatídico cruce, su mente ya no tenía cabida para los insidiosos pensamientos negativos que le acompañaban siempre. Sintió que era inevitable que un mensaje tan alentador y lleno de esperanza pudiera ser desoído. No acertaba a adivinar si provenía realmente de Jesús o había nacido de su propio corazón, pero, en cualquier caso, lo percibió como una clara señal de que su vida debía cambiar.

De repente se paró, y esta vez con el rumbo bien marcado, dirigió sus pasos hacia una calle céntrica en la que se concentraban varias tiendas de moda femenina y que no visitaba desde hacía mucho tiempo. Se acabaron los colores grises de la ropa de su vestidor. Quería apostar por colores mucho más vivos y favorecedores.

Regresó a su casa con numerosas bolsas. Aunque ir de compras pudiera resultar algo banal, teniendo en cuenta todo lo sucedido, en realidad, las prendas y complementos que había comprado tenían un significado mucho más profundo.

Por primera vez en mucho tiempo quería verse bien y ese era el primer paso en el compromiso de retomar las riendas de su vida. Una vez que colocó todo lo que había comprado en el armario, cogió el ordenador y se apuntó a aquel curso de escritura creativa que había visto semanas atrás y al que nunca se atrevía a apuntarse.

Después llamó a su madre y conversó con ella en un tono mucho más afectuoso de lo habitual.

Aquel día supuso un antes y un después en la vida de Sofía. Sintió que ya no había marcha atrás. Había llegado el momento de acabar con los pensamientos recurrentes, la falta de energía y de ilusión.

Llegó el final de la jornada y Sofía se encontraba tan agotada que durmió profundamente.

A la mañana siguiente, de nuevo frente al espejo, se detuvo a contemplarlo, pero esta vez pensó que el tiempo podía haberlo desgastado, pero no había minado ni su excelente calidad ni su elegante diseño. Lo apreció en su valía, al igual que iba a apreciarse a ella misma de ahora en adelante. Ese sería su gran reto. Sentía miedo, sí, porque le inquietaba la idea de no saber si saldría airosa de los obstáculos que encontraría en el camino, pero lo que sí sabía es que quería intentarlo.

Para concluir, querido lector, he de decirte que el esfuerzo valió la pena. Hoy en día Sofía es dichosa, está llena de proyectos por realizar y es aún más fuerte de lo que era antes.


Hermosa historia la de Sofía, una mujer que nos hace sentir identificados.

Muchas gracias Marta Ximénez Gómez por brindarnos estas reflexiones y ganas de afrontar la vida con ilusiones renovadas desde lo más profundo del corazón 💗

Agradecemos las lecturas y os deseamos un excelente encuentro con lo más místico de cada forma de ser 🥰

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