5º relato recibido de Josefa Paniagua para el 4º reto de escribelandia

Llega la noche estando de camping, y por fin voy a disfrutar de un fin de semana de acampada en compañía de mi gran amigo Raúl, disfrutaremos del paisaje, de los amaneceres y atardeceres con el sol bajo el horizonte y de esa luz cálida que resalta las texturas y las formas de las montañas. En este mes de junio que se desliza amable y se deja notar en los baños de agua fresca y el cosquilleo de la hierba suave bajo los pies al caminar.

Junio visto como una antesala de la estación reina, tiene mucho de promesa encerrada, de sueño que empieza a tomar forma: como si algo en el aire de junio nos susurrara que lo mejor se está acercando. Al amanecer mi amigo Raúl y yo antes de que amaneciera, desayunamos y nosdisponíamos a cargar mochilas, cámara, trípode y baterías, para grabar imágenes que se nos quedara grabadas en la retina, cogimos el coche y nos fuimos de acampada. Al llegar a un camping nos acomodamos y montamos la tienda. Una vez organizados, comenzamos a caminar subiendo la montaña en busca del lugar y del momento adecuado para hacer las fotos y disfrutar de esta nueva aventura.

Empezamos a recorrer los caminos pedregosos, entre matas de romero viejo y jaramagos cargados de flores silvestres amarillas, y respiramos con fuerza el aire puro y sano de la montaña y sacando instantáneas a cada paso que nos parecía interesante.

Al atardecer volvimos de regreso a la tienda de campaña, nos despojamos de la cámara y nos sentamos a descansar en holganza, manteniendo la calma en el espíritu, pues la magia y el encanto al acercarse la noche, se ahonda con el transcurrir de las horas. Contemplando las estrellas en la oscuridad de la noche, pareciera como un puñado de diamantes brillando sobre nuestras cabezas. Nos replegamos, para resguardecernos para dormir y soñar.

A la mañana siguiente desayunamos y salimos pronto de la tienda, cargados con nuestro equipo, el cielo estaba aun de color violáceo, con este tono ingrávido que tienen los amaneceres.

– ¿Ves Raúl? Esto es la erótica de la imagen, insinuar, pero no mostrar.

Me decía esto mientras que, muy lentamente, barría el horizonte con su cámara. Vimos como la imagen se incendiaba con un rojo brillante con los primeros rayos del sol.

– ¿Lo viste Raúl? Esta maravillosa instantánea?

-Sí, perfectamente Lara, -le contesté levantando la vista de la pantalla CCD y mirando al horizonte.

-La fotografía es el arte de la observación, -matizaba Lara.

-Cuando estoy haciendo fotos, estoy buscando respuestas a las cosas, -añadía Lara.

-Así es, -una buena imagen también se obtiene sabiendo donde pararse, -le contestaba Raúl.

Volvimos a filmar más imágenes, para exponerlas si teníamos suerte, en alguna exposición de fotografías, pues son imágenes muy bellas que estoy segura que las expondrán.

La montaña es imponente, hermosa, misteriosa, nos hace ver la magia de la naturaleza, lo efímero e insignificante de nuestra vida, pero a la vez la grandeza de la misma. El aire puro, la tranquilidad, el silencio… todas esas sensaciones que experimentamos en tan pocas horas, nos las llevaremos grabadas en nuestra cámara y en nuestro corazón.

Con la vista clavada en el horizonte, dialogando con la montaña, a veces halagándola, a ratos prometiendo volver de nuevo para disfrutar de esta inolvidable y maravillosa experiencia.

Este fin de semana nos había regalado un escudo de esperanza y sabiduría cósmicas e imágenes fascinantes, acompañadas de la fragancia de un albor.


Muchísimas gracias Josefa Paniagua por deleitarnos con este maravilloso relato instantáneo 😉✅🤠🥰

Agradecemos enormemente esta acampada con mirada profunda y esperanzadora 🌍💗🤗

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