Era un chico aparentemente normal, de cabellos color chocolate y muy lustrosos, cuerpo atlético y ojos de avellana. Felipe asistía al instituto y lucía un envidiable expediente académico impecable. Además era el prototipo de as en todos los deportes y pruebas físicas. Reunía una buena colección de amigos y “amigas”. Era admirado y envidiado a partes iguales y todos querían pegarse a él por uno u otro motivo.
Después de clase era el hijo perfecto y modélico. Tampoco era difícil presumiendo de hijo único. Sus padres estaban tremendamente orgullosos de sus logros.
Aquel día cambiaría todo.
—Colega, ¿nos vamos a dar una vuelta? —le propuso su mejor amigo Víctor.
—No tengo ganas. Estoy cansado. Me voy a casa. Nos vemos el lunes en el “insti” —respondió “Feli”, como le llamaba su amigo cariñosamente.
Feli sale por la puerta de clase, deja atrás la entrada principal y entra en su flamante coche. Mete la llave, la gira y arranca rumbo a su casa. De repente se arma un tremendo estruendo: “Crac, croc, cras”. Al rato reina un silencio sepulcral insoportable.
Es Felipe. Está tendido en el suelo, desangrado, inmóvil, sin poder articular palabra. Un vehículo huye despavorido dándose a la fuga. El deslumbrante Seat de Feli queda siniestro total. Se ha transformado en un cementerio de metal en miniatura. Su dueño no corre mejor suerte. Llega una ambulancia avisada por un vecino. “¡Iu‐iu‐iu…!”, ulula nerviosa.
—Lo confirmamos. Se ha quedado parapléjico. Es irreversible —sentencian los médicos sin saber que Felipe los oye. Le empieza a surcar un mar de lágrimas que le baña en tristeza primero y en un bálsamo de alivio después.
Desde entonces su vida da un giro de 360 grados. Sus amigos y “amigas” le dejan de lado. Se convierte en el hombre invisible en el instituto. Los profesores lo ignoran porque creen que su expediente se ha ido a la basura. De aspecto atlético nada queda ya, no sólo por su inactividad, sino también por la depresión en la que cae. No es por su condición, sino porque jamás se había sentido tan solo en su vida. Nota que el alma ha quedado absorbida como una esponja y no sabe dónde ha ido a parar. Ni sus padres lo miran igual. Es como si hubiera perdido todo su valor al haberse esfumado su inteligencia, su físico, su popularidad y sus logros. Se siente un inútil integral.
Desde entonces, los segundos se le hacen minutos; los minutos, días; las horas, meses, y los meses, años. Va transcurriendo día tras día una asfixiante rutina. Lo mismo es para él un lunes de clase que un jueves de extraescolares o un eterno sábado en casa. Casi prefiere que sea diario. Así tiene menos tiempo para pensar.
Han pasado tres meses desde el accidente y nada ha cambiado, sólo una cosa: se está sumiendo en una depresión cada vez más profunda. ¿Qué sentido tiene su vida sin sus logros y capacidades?
El tiempo es eterno. A duras penas aprueba el curso o más bien lo aprueban. No se sabe si por pena, por prestigio del centro o por no verlo repetir.
Se han esfumado dos largos años. Feli se ha ido a dormir pronto. Al día siguiente abre los ojos… ¿Eh? Se ve tendido en el suelo, ensangrentado, inmovilizado… Llega la ambulancia.
—Lo confirmamos. No se ha quedado parapléjico. Es reversible. Sólo necesita rehabilitación intensa durante un año. Feli, sé que es duro lo que te vamos a decir. Vas a tener graves problemas de movilidad durante un año y necesitarás someterte a fuertes controles y duros métodos de rehabilitación. —Apenas consciente y traumatizado los había oído mal y se había dormido.
—¡Genial! —Felipe no cabe en sí. Jamás en su vida se sintió tan feliz y va a tomar grandes decisiones que revolucionarán todo… Los técnicos sanitarios se encuentran confundidos. ¿Cómo un joven que va a perder un año de su vida está tan jubiloso?
Felipe “corre” raudo a su casa y apunta en un diario que se acaba de comprar su nuevo plan de vida:
✅ Cambiar de instituto a uno de educación especial: quiero vivir como ellos y comprenderlos más.
✅ Cambiar de muchos “amigos” y “amigas” a sólo mi mejor amigo Víctor, que es el que jamás me ha fallado.
✅ Comunicar a papá y mamá que no soy mis logros y mis habilidades, sino mis sueños, ilusiones, intenciones y acciones y que si no me valoran por lo que soy me marcharé de casa.
✅ Acudir todas las tardes de voluntario al centro de parapléjicos para recordarles su valor incalculable como personas y para orientarles y entrenarles en sus capacidades y sueños.
✅ Cambiar mi nombre: Félix (significa “feliz” en latín), porque soy el chico más afortunado del mundo al tener otra oportunidad.
Con el tiempo Félix se forma y se dedica profesionalmente a orientar a parapléjicos para ayudarlos a cumplir sus sueños y ha hecho realidad todos los objetivos de su agenda. Se ha mudado también porque sus padres nunca han podido reconocerlo como les pidió. Ellos están verdaderamente incapacitados mentalmente por desgracia y no parecen cambiar. Siempre estamos a tiempo de corregir el rumbo de nuestro navío y el de los demás y evitar que vaya a la deriva. ¿Cierto? No hay incapacidad física o psicológica que logre frenarnos con suficiente voluntad.
Una maravilla de relato💗
Muchas gracias por crearlo y compartirlo con nosotros Inés 🥰
Quedamos prendados de tu talento escritor y de como nos impregnas con tus mensajes. Reflexionamos a tu lado sobre lo más importante: la Humanidad de Ser ✅😍🌍
Excelente relato María, nos sirve para concienciarnos y observar el rumbo que llevamos. Una segunda oportunidad es algo que debemos valorar, dar y darnos.
Abrir las mentes y quizás, sólo quizás, podamos tener un futuro mejor.
Buena tarde y buenas lecturas, ésta lo ha sido. Gracias.
Muchas gracias, querido Rufino. Me alegro mucho de que te guste. Así es: somos observadores pero también actores con un papel real en el mundo. Feliz noche. Gracias a ti.😉
Inés María, que es un nombre bonito al que apee la primera parte. Olé.
Muchas gracias, amigo: regalo de mi querida abuela.🙂 Un saludo, Rufino.😉
Precioso relato y con un maravilloso mensaje que ninguno deberíamos olvidar, Inés María. Somos personas muy valiosas.
Muchas gracias, mi querida Marta. Me alegro mucho.
Así es: se nos olvida a menudo. Un abrazo grande, amiga.🤗